A veces, cuando veo la fecha en el calendario, o miro la hora y ya se me hizo tarde, no puedo dejar de pensar en que el tiempo pasa tan rápido que dudo mucho de que en realidad pase (o sea, que se vaya a algún lado y no vuelva jamás.)
Cuando eso me pasa, y me pasa siempre, -y eso que siempre es una de esas palabras prohibidas por su calidad de absoluto- que cuando siento que el tiempo es bien poquito y que no alcanza y que se exprime y que aunque se exprima nomás no sale ni una sola gota demás, me cierro los ojos para ver si me puedo ver el tiempo de adentro. Y comienzo a verme las cosas y los espacios y los instantes en los que me he puesto para descubrirme el paso que le sigue al de ahora.
Una de esas muchas expreiencias, y locuras, y todo eso, fue este tiempo neutro mío en el que después de una tremenda, pero deveras tremenda caída, decidí que aunque el tiempo no conociera el neutro yo igual me lo iba a inventar. Y ahora estoy parada en este "por mientras", en el que no me involucro mucho con la realidad y tampoco me provoco una. Como que ahora, (y ese ahora abarca desde mayo) me dedico a ser observadora y ya: de mí, de la gente, de un pedacito, de caras, y de realidades.
Y como observadora, increíblemente me he llegado a encontrar mi parte en la que no me observo pero que me veo tan clara que el "por mientras" ya se me está acabando, y con verdadera desición de que se me acabe.
Ahora (y ya aclaramos mi ahora) soy mesera. No sé por qué se me ocurrió ni tampoco por qué creí que era tan fácil. No sé por qué engrosaba la lista de la gente que cree que hay un arriba y un abajo y que un trabajo es mejor que otro.
Han pasado, más bien me han pasado tantas cosas (y cosas no es la palabra, tengo que ir en busca de Belisa) que por fin le encontré el por qué a este empleo. Y es que me disparó las letras hacia afuera, y ahora, menos que antes, puedo dejar de escribir. Y lo que escribo para hoy, se trata de un encendedor morado, de esos de bic, que cuestan ocho pesos y que duran un montón.
El tal encendedor me lo compré hace como tres semanas porque digamos que me es necesario en el trabajo. Un día pasé por el OXXO de Iztacíhuatl, y me dije que era momento de comprarme uno para no andar mendingando el de las demás a la hora de prender las velitas de las mesas. Pero, yo soy yo y el tal encendedor a veces me acompaña y otras muchas otras se queda en mi balcón para fines que no aclararé ahora.
Hoy lo vi antes de irme a trabajar y me dije que sería buena idea llevármelo, ya que si lo había comprado para un fin, podría usarlo para ese fin. Total que antes de las nueve de la noche, la frecuencia de gente es invariable y uno puede tranquilamente picarse los ojos y no volverse loca. Y como uno aprovecha esas horas antes de la marea de gente, me puse a jugar con el tal encendedor. Entonces Jessica me dice algo así como que qué bueno que tengo su encendedor, al mismo tiempo que alarga sus manos y trata de quitármelo. Yo lo aprieto fuerte y respondo que no, que no es suyo, que es mío.
Ella, así muy segura y con una vocecita que cada vez que explota se vuelve más y más aguda me dice que sí es de ella porque el de ella es morado y nos lo ha estado prestando toda la semana.
Yo me quedo de a seis, si no es que de a venite o de a millón: ¿cómo puede usar una premisa en la que no puede justificar nada lógicamente? ¿de verdad esta chica cree que eso es una razón para decir que ése es su encendedor?
Y lo malo es que yo mucho no tengo un buen carácter, entonces, como por coraje o por no sé, comienzo a reírme de ella preguntándole, entre mis risotadas con un sonido de burla y sarcasmo, que cómo se atreve a decir que es suyo así nomás porque sí....Y entonces el golpe, el estallido, los gritos de las dos, mi frustración de verla tan segura, como una niña, de asegurar que yo tenía su encendedor.
Fúrica, me metí a la cocina a platicar, como buena arpía, el incidente. Y Bernardo, el garrotero, empieza con un ataque de risa y me cuenta que el otro día, a él se le ocurrió sacar un encendedor de esos que tienen impreso OXXO y que Jessica le dijo que por qué él tenía su encededor, porque el de ella se le había perdido y era uno igualito a ese, que tambien decía OXXO, a lo que Bernardo, con esa saña que solamente los gays tienen y que yo envidio sinceramente, le dijo que lo disculpara, que cómo no se había dado cuenta antes de que ése era el único encendedor de OXXO que existía en el mundo.
Después de mi descubrimiento, regresé al ataque a burlarme de Jessica y a jugar con mi encendedor morado que ella seguía jurando que era suyo. Después la cosa pasó más a más mayores y yo me pregunté, después de todo ¿no será que el mentado encendedor es solamente un símbolo más de la frustración de las dos?
No sé, pero yo acabo mi papel de mesera el domingo y comienzo a creerme el de escritora. Agrdezco las vueltas de la vida y otra experiencia más en mi "por mientras", mientras, ahora, mientras escribo esto, mi encendedor morado me ha servido de instrumento de letras y de tiempos, de que a veces, sólo a veces, por más observador que se sea uno tiene el don de seguir o no jugando con encededores, y decidir si de veras se quiere pasar más tiempo peleando por uno.
Yo no, yo quiero dedicarle letras a la realidad y que mi por mientras y mi vista desde afuera me provoque ahora una realidad para la que me parece, por fin estoy lista.
Un abrazo a Jessica, que es como es y que yo soy como soy, hoy nos tocó estar en lados opuestos sin punto de encuentro, ni modo.